sábado, 13 de febrero de 2010

Efectos Económicos
Quince años después de la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la mayoría de la población en los tres países cree que el acuerdo ha tenido un neto efecto negativo sobre su nación y concluyen que el TLCAN es un nombre incorrecto en toda la extensión de la palabra, no era un tratado, no es libre comercio, y América del Norte no existe. ¿Entonces ahora qué?
Desde la perspectiva mexicana, la inversión extranjera directa constituía la esencia del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) de 1994. México esperaba que la liberalización atraería un flujo de inversión estadounidense, que a su vez estimularía su surgimiento como plataforma manufacturera del continente. No resultó así.
Desde la firma del TLC, la economía mexicana está sostenida por cuatro pilares: la economía informal, recursos no-renovables (petróleo y gas), remesas de los migrantes en Estados Unidos, y el tráfico de drogas. El afirmar que estos pilares constituyen un cimiento débil, es subestimar la situación.
Bajo la liberalización de las inversiones en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México recibió importantes flujos de capitales y logró aumentar sus exportaciones. Sin embargo, esos procesos no permitieron generar significativamente más empleos, no desencadenaron aumentos salariales, mientras que acentuaron los flujos migratorios, la dependencia científico-tecnológica y el deterioro ambiental. Cualquier intento de revertir esos efectos negativos actuando sobre las inversiones está impedido por el propio TLCAN, en tanto el Estado pierde buena parte de su capacidad de maniobra.

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